Anoche estaba procrastinando de lo lindo en Pinterest (upsi!) y me pillé con esta imagen y me quedé reflexionando en la gran responsabilidad que tenemos desde la industria turística para con nuestro planeta.
Si bien se nos ha llamado la industria verde, lo cierto es que la industria turística no siempre ha cuidado del todo los territorios y ha incidido en la degradación de hábitats y ecosistemas. Esto quedó más que demostrado este último año en el contexto de la pandemia mundial, donde el turismo se paralizó casi por completo alrededor del mundo. Esto significó que no solo se emitiera menos dióxido de carbono por temas del simple traslado, sino también, aquellos lugares en donde solían haber mares de personas normalmente quedaron vacíos de un momento a otro y rápidamente la naturaleza volvió a reclamar lo que era suyo. Sin ir más lejos, en octubre del año pasado, pudimos recibir de visita en casa a mi padre, quien llevó de paseo a mi hijo por un par de horas a Caleta Abarka, en Viña del Mar; esta playa suele llenarse cada fin de semana y durante verano, cada día. Pero después de meses abandonada, según lo que me dijeron al volver, pudieron ver animalisos propios del borde costero sin si quiera tener que escudriñar en las rocas, porque simplemente estaban allí, habían reclamado el espacio en ausencia de humanos.
Ahora con el proceso de vacunación se abre una posibilidad de recuperar nuestra libertad y nuestra vida anterior a la pandemia, pero qué tanto queremos esa vida anterior? Esa que no siempre respetaba nuestro territorio, en la que lo que primaba era producir por sobre cualquier cosa, sin importar mucho las consecuencias. La verdad, yo ya no quiero esa vida, quiero una vida más respetuosa, por nuestras existencias y por nuestro espacio; quiero (y sueño) que una vez que superemos al COVID podamos ser más responsables de nuestras existencias y nuestro impacto, para poder reconstruirnos como una mejor sociedad, una ecoresponsable que nos asegure un mejor mañana.
Comentarios
Publicar un comentario